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FITUR 2025

Publicado el 31 de enero de 2025

Ha pasado una semana desde FITUR 2025 y escribo esto desde mi percepción, relatando lo vivido, ya con estos pensamientos reposados:

FITUR es ese lugar donde el turismo se viste de gala, pero en realidad, detrás de los stands y la pompa institucional, es más bien un reencuentro entre quienes llevamos años navegando las mismas aguas. Es una cita ineludible para quienes vivimos el turismo desde dentro, con sus alegrías, sus sobresaltos y sus interminables búsquedas de la fórmula perfecta.

No nos engañemos: en FITUR no se viene solo a hacer negocios, se viene a compartir. A encontrarse con colegas que, sin necesidad de explicar demasiado, ya entienden qué significa cerrar diciembre con un inventario a medias o cómo es posible que la venta directa siga siendo un campo de batalla contra las OTAs. Es un desfile de apretón de manos, de “nos tomamos un café rápido” que dura 45 minutos, y de comidas donde se habla tanto de revenue como de la última anécdota surrealista de recepción.

También hay, por supuesto, quien llega con la idea clara de explorar nuevas soluciones, encontrar ese sistema que promete revolucionar la gestión hotelera o, al menos, reducir un poco el tiempo perdido en procesos repetitivos. Pero seamos honestos: si algo no encaja con lo que tu hotel o cadena necesita, lo descartas en segundos. No es desinterés, es eficiencia. En FITUR, la experiencia pesa. Quienes caminamos estos pasillos sabemos qué nos sirve y qué es puro envoltorio.

Y hablando de experiencia, ¿qué sería de FITUR sin su papel como termómetro del sector? Más allá de las grandes cifras y las fotos de ministros e instituciones públicas recorriendo pabellones, la verdadera radiografía del turismo se encuentra en los pequeños intercambios, en el murmullo del networking, en esas conversaciones donde se confirma lo que ya sospechábamos: el sector está en constante cambio y la adaptación es la única constante.

La energía en los pasillos es electrizante, sí, pero lo que realmente deja huella es esa sensación de que, por unos días, todo el mundo turístico está contenido en un solo recinto. Nos cruzamos con hoteleros que llevan generaciones en esto, con startups que prometen ser la próxima gran revolución y con veteranos que, con una sonrisa cómplice, nos recuerdan que muchas de las tendencias de hoy son reciclajes de modas pasadas con un nombre más marketiniano.

FITUR no es solo una feria, es un gran patio de conversaciones. Se habla de estrategias, de distribución, de tecnología… pero también de esa vez que el software falló en plena temporada alta o de cómo alguien terminó cenando con un turoperador alemán sin saber exactamente cómo pasó. Es un espacio donde la tecnología se toca, pero donde la conexión humana sigue siendo el activo más valioso.

Porque al final, más allá de los leads generados y las alianzas firmadas, lo que nos llevamos de FITUR es una reafirmación: seguimos aquí, seguimos en pie y seguimos con ganas de darle otra vuelta a este sector que nunca deja de sorprendernos.

Compañeros del sector, gracias por la magia de otro FITUR.

Samuel Molina

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